Entre la niebla

Como un túnel atravesado por una imagen foránea: iris, pupila, córnea, cavernas oculares y yo, que me proyecto al revés, totalmente invertido. Me interpreto, me hundo en los pliegues del cerebro.
Cerebro – ese sobreviviente - intentando comprender el sentido de lo existente. ¿Qué de bueno; qué de malo?

Vacíos donde caigo; una y otra vez sigo cayendo.
¿Y ahora?; sólo puedo ver-me desde adentro. Asumo la ebriedad de los colores; sólo veo aquello que carece de huellas.

Conspiro con la sangre y circulo por el torrente que apura su camino hacia los intersticios; distancia entre dos tiempos – fuera y dentro -.
Algo distinto despega en mi memoria y comprendo: no huyo de mí mismo sino del mundo que acecha más allá de párpados y pestañas.

No tengo las llaves del Reino; ya no creo en mejillas coloradas.
Leo entre líneas y resulta que la luna es el mejor recuerdo que tengo del instante en que mis ojos, decidieron ver la puesta del sol a la orilla húmeda de mis lagrimales.

De lo uno a lo otro hay una esquina que no cesa de doblar hacia la izquierda y en los bordes del iris, un leño arde en el fuego del infierno que narra la historia de mi huelga del sentido de la vista.

Soy libre; elijo la mirada y el momento oportunos; la ilusión permanente de lo eterno que brilla - ¿qué es ser justo? – permiso, necesito confundirme…¡no! Por favor, no revelen los secretos de la niebla-
Permanente y eterno no son sinónimos.
Permanente es el silencio que rodea este instante en que me descubro rehén de estos ojos agotados de ver siempre las mismas realidades – y conservo el vigor -
El tiempo en el reverso de los ojos, no es ya un zorro misántropo y otorga permisos increíbles. Entonces, una copa de buen vino, un pensamiento puro… ¿quién se atreve?
Eterno, es el canto de un zorzal al ritmo de diástoles y sístoles. Oigo; ojos cerrados, en reverso y el compás me guía hacia el crepúsculo en que soy pájaro ojos espuma sueños de arena.

Todo esto y además, todos los pozos del cielo.